Aficionados a la ufología se juntan para intercambiar información sobre expedientes de avistamientos o para usar aparatos con los que escrutan luces o presencias sin registrar.
 
Cuando su madre le dijo que había visto una presencia extraña desde la ventana, Nando Domínguez se rio. Tenía 10 años y le parecía una locura. “Me sonaba a película”, ríe, “trabajaba en el turno de noche de una residencia y me contó que había una bola de fuego con tentáculos encima de la torre del pueblo“. La segunda vez que se lo comentó, sin embargo, empezó a hacerle caso. Aquel niño escéptico tuvo, de repente, una corazonada: ¿y si era verdad? Poco a poco se fue interesando. “Compraba revistas como Año Cero y veía programas hasta que lo tuve claro: algo se cuece en los cielos”, sentencia ahora a Sputnik.
 
Nando Domínguez ya suma 35 años y es el creador de la página OvniSpain.com. Sigue viviendo en Morales de Toro, localidad de la provincia de Zamora donde su progenitora avistó un ente sobre la torre principal, y dedica parte de su vida a la ufología. Esta disciplina, resume, es la investigación de anomalías en el cielo. Y él forma parte activa como responsable de la web, pero también como organizador de reuniones. “El mundillo es muy heterogéneo”, adelanta.
Se refiere a esa comunidad que cree en presencias extraterrestres. Estudia casos, busca pistas, comprueba expedientes. Los ufólogos, en grandes rasgos, son aquellos que buscan fenómenos sin resolver. La palabra proviene de UFO, que son las iniciales de Objeto Volador No Identificado u ovni en inglés: unidentified flying object. A partir de un avistamiento o una experiencia fuera de lo común, mucha gente evalúa la posibilidad de que se trate de algo paranormal.
 
Y dentro de ese conjunto puede haber desde quien analiza hechos sin resolver hasta quien ha sido abducido por alienígenas. Una vertiente es la de los cazadores de ovnis, conocidos en inglés como ufohunters o skywatchers. Este subgrupo es el dedicado a observar el cielo y tratar de explicar qué se sale de la norma. Y Domínguez es uno de ellos, aunque marque distancias con otros involucrados.

 
“Me interesa simplemente mirar y preguntarme qué son las cosas”, arguye, “hay muchos que hablan de marcianitos o de apariciones de virgen, eso es el negocio del misterio; yo solo quiero saber qué es un objeto no identificado, incluso si son motas de polvo en la lente”.
Así, junto a interesados en el tema, Nando Domínguez organiza jornadas, publica vídeos en un canal propio, ofrece entrevistas a medios especializados y conduce programas donde rememora casos célebres. “Con internet se ha abierto el conocimiento y la información llega antes. Nos ha beneficiado”, expresa. Domínguez, por ejemplo, ha celebrado ya varios encuentros anuales en su pueblo donde se han reunido decenas de aficionados. Son jornadas de “alerta ovni” que consisten en conferencias, muestras de expedientes y noches al raso para dilucidar esas presencias galácticas.
 

 

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Él, como otros muchos, lleva tiempo siguiendo este universo de lo desconocido. Si hay que marcar un origen, sería 1947 y las luces inusuales que Kenneth Arnold, piloto del Servicio Forestal, aseguró ver mientras sobrevolaba Washington, en Estados Unidos. Aquel episodio, recogido por la prensa local, llamó la atención de la ciudadanía y se multiplicaron los testimonios similares. Eran años de Guerra Fría, después de la gran contienda, y las suspicacias entre bloques daban pie a temores y creencias diversas.

También a que naciera el término ovni y se extendieran los avistamientos, con el estandarte de Roswell, en Nuevo México. Allí, también en 1947, una supuesta nave se había estrellado y había sido desmontada por el Ejército. Apuntaban que era una “inteligencia superior” acercándose a mamar la cultura terráquea. Y hubo más: cada año proliferaban los puntos donde se producían estas visitas. Hasta que se convirtió en material para el cine, la televisión, los cómics o las publicaciones exotéricas. La CIA, por ejemplo, acaba de desclasificar cientos de documentos sobre avistamientos a lo largo de siete décadas. Ahora están a disposición de quien desee consultarlos: una mina para estos aficionados a lo misterioso.

Lo mismo ocurrió en España en 2016. El Ministerio de Defensa publicó 80 informes desclasificados con 1.900 páginas de Expedientes ovni, que incluyen cuatro avistamientos en Galicia entre 1966 y 1993. Y hay más: desde el Campo de Criptana, en Ciudad Real, de 1826 o los misiles de Canarias, en 1976, hasta el ataque en Aluche, al sur de Madrid, de seres de un planeta llamado Ummo en 1966, o el caso Manises de 1979, en el que un piloto comercial tuvo que aterrizar de emergencia en este aeropuerto de Valencia por unas luces que se dirigían al avión.
Ninguna ha sido explicada. Y es en ese suspense, en ese umbral de desconcierto, donde se agrupan los ufólogos. “No puedes negar la existencia de lo que hay en el cielo”, cavila Xerach García, coautor junto a Sergio Salazar de Ovnis. Por fin una respuesta. “La imaginería popular lo relaciona con aliens y tripulaciones de naves, o con gente que hace llamamientos, que reza o medita y lo mezcla con la religión“, comenta a Sputnik, “yo me desmarco del platillo volante y me fijo en qué cuerpo es”.
 
García, de 40 años, cree que hay distintos grupos dentro de este universo. Alguno se corresponde con el citado, que relaciona lo extraterrestre con una fe espiritual. Otro es el aficionado que va con una cámara a sacar imágenes de objetos raros del cielo. Y están quienes acuden a las convenciones o participan en grupos como forma de conocer gente a la que le atrae lo mismo. “En general ha habido mucho escepticismo porque supone darle una patada en el culo a lo que se dice oficialmente. Ahora nos miran un poco raro, porque a lo mejor no nos creen, pero se acepta que hay otras cosas”, indica.
 

Xerach García, de hecho, ha dado un paso más y ha inventado —con otro especialista, Miguel Navarro— un aparato para descifrar las incógnitas que vierte el cielo. Con el apodado Ebecomm, un visor de gran alcance, “por fin es posible contactar con Entidades Biológicas Energéticas”. “Es como una linterna gigante de luces infrarrojas”, apunta, “con la que se analizan esas extrañas esferas luminosas que surcan nuestros cielos nocturnos y que muchos identifican erróneamente con Objetos Voladores No Identificados”.

“Parte de la idea de que la mayor parte de las luces que se desplazan por nuestros cielos son entidades vivas bioluminiscentes, con capacidad de variar sus tonalidades de color. Dichas entidades permanecen en condiciones normales en el espectro de los infrarrojos y, como tal, son invisibles a la vista humana”, explican en su web. “Si, como hemos demostrado, tales entidades tienen inteligencia, sería posible contactar con ellas utilizando pulsos infrarrojos”.

Aunque está patentado, aún le falta poder comercializarlo y utilizarlo más: con la pandemia, estos apasionados por la ufología han disminuido su actividad. Los toques de queda les han impedido salir en su franja favorita, la nocturna. Y los desplazamientos a otras provincias también se han detenido. Aun así, han mantenido el pulso. Es más: durante los meses de confinamiento creció el interés por el asunto. La parálisis mundial no limpió el cielo de estelas, que proporcionaron diferentes tesis y aproximaron a algunos curiosos a este mundillo.
 
“El fenómeno OVNI es interdisciplinar”, concede José Antonio Caravaca. “Va desde la astrología hasta la sociología”, añade a Sputnik este escritor e investigador gaditano. Veterano conocedor del asunto, Caravaca habla de un “índice de extrañeza” que poseemos los seres humanos y alude a las circunstancias para explicar alguna de las teorías a lo largo de la historia: “Tiene un factor contextual. Se puede ver en la época de Guerra Mundial o la de tener más tiempo cuando se alimentan las dudas, igual que cuando no se cierran los casos”.
Caravaca lleva desde 2007 publicando libros sobre los ovnis e incluso ha elaborado la teoría de la distorsión. En ella plantea cómo la interpretación de la realidad es individual: “El observador interactúa”. “Llegará un momento en que la ciencia pueda explicar muchas cosas, pero eso no evita que haya otras que tengan un componente alto de no explicación”, reflexiona. El “fenómeno ovni”, según lo define, no va a acabarse. Seguirá a pesar de los avances tecnológicos, de la capacidad de refutar racionalmente lo ignoto o de que se exploren otros planetas sin toparse con paisanos verdes.
 
Da igual lo que se avance: siempre habrá cosas desconocidas, afirma Caravaca. “Y en la esencia del ser humano está la curiosidad por lo que hay más allá“, argumenta, hablando de quienes trasladan ese arcano a la telepatía o las psicofonías y a los que se arraciman en torno a un telescopio o unos prismáticos para escudriñar el cielo. Para cazar ovnis. “La mente humana siempre va a buscar más allá de lo que dice la ciencia”, coincide Domínguez.
 
“Sentimos la necesidad imperiosa de creer en algo superior”, apoya Sánchez. Él, al contrario de Nando Domínguez, jamás dudó de su madre: al revés, ya desde pequeño se pasaba noches en el patio de su abuela mirando a la luna y leyendo libros del famoso psiquiatra Jiménez del Oso. “A mí me marcó. Todavía tengo uno. Una pena que esté todo subrayado y pintado con rotulador”, suspira, “porque antes había más vergüenza a contar que te interesaba este mundo; ahora, no”
 
 

 

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