En 1966 dos vecinos afirmaron haber visto aterrizar un ovni en Madrid. Aquello fue el origen de una disparatada historia que ahora rescata el libro 'Ummo. Lo increíble es la verdad'
En la España de 1966, el mismo año del incidente de Palomares y el Yo soy aquel de Raphael en Eurovisión, dos testigos afirmaron haber visto un platillo volante aterrizar en el barrio madrileño de Aluche. Los periódicos El caso e Informaciones se hicieron eco del supuesto avistamiento, pero pocos podían imaginar que aquel suceso sería el origen del caso más extraño, tróspido y fascinante de la ufología española. Ahora, más de medio siglo después, el escritorEduardo Bravo, autor de Ummo. Lo increíble es la verdad (Ed. Autsaider División Sesuda), trata de explorar todas las ramificaciones de un relato en el que confluyen extraterrestres, experimentos de control social, sectas de todo tipo, científicos nazis en Albacete y conspiraciones supranacionales. Lo de los alienígenas es casi lo de menos.
Todo el asunto ummita tuvo su verdadero germen en La Ballena Alegre, en los sótanos del Café Lion. Bravo lo describe como una "zona telúrica, boca del infierno o vórtice energético" donde, entre otras cosas, se creó la letra del Cara al sol. Pero esa es otra historia. Desde mediados de los años 50, allí tenía lugar una tertulia en la que la voz cantante la llevaba Fernando Sesma, portavoz de la Asociación de Amigos de los Visitantes del Espacio, que presumía de lema insuperable: "nuestra divisa inicial es creerlo todo mientras no se demuestre lo contrario".
Sesma fue quien empezó a recibir una serie de llamadas telefónicas, informes y cartas mecanografiadas en las que los ummitas se presentaban como seres pacíficos interesados en estudiar la cultura y el comportamiento terrícola. La magia está en los detalles: los seres son descritos como tipos rubios, altos y con ojos azules que se comunicaban entre ellos telepáticamente, lo más parecido a unos esbeltos vikingos del espacio exterior. Curiosamente, no podían usar máquina de escribir porque tenían la piel muy sensible, así que pusieron un anuncio en el ABC para solicitar un mecanógrafo. Según Bravo, "incluso las cosas más exageradas fueron dadas por buenas, pero es que las ganas de creer a veces son inmunes a cualquier razonamiento lógico".
El éxito del caso está muy vinculado a una época muy concreta, en la que la carrera espacial, las tensiones de la Guerra Fría y la cultura pop se entremezclaban con la grisura del franquismo. "Las libertades estaban restringidas y la gente buscaba y encontraba en la ufología un reducto a través del que compartir vivencias", apunta Bravo. Las reuniones de La Ballena Alegre, en un momento en el que el derecho de reunión estaba en entredicho, servían para discutir sobre las verdaderas intenciones de los extraterrestres o comentar entusiasmados avistamientos como el de San José de Valderas, que en 1967 llegó a la primera plana de los periódicos gracias a unas fotos dignas de Ed Wood.
Esa necesidad de creer en algo más importante que nuestra vida cotidiana está dentro de todos nosotros
En las imágenes, cuya veracidad siguen sosteniendo algunos amigos de lo paranormal, se apreciaba un objeto discoidal que mostraba un extraño símbolo en su parte inferior, considerado como prueba irrefutable de la existencia de los ummitas. Sólo había un detalle que pasó desapercibido por aquel entonces: el principal testigo también era el del avistamiento de Aluche, un tal José Luis Jordán Peña, que acabaría reconociendo ante la Guardia Civil en 1992 que todo había sido una farsa.
Él es la figura capital de toda esta lisérgica sucesión de acontecimientos. Para Bravo, "tiene esa parte de demiurgo que juega a su antojo con los creyentes del caso y llega a ejercer de sacerdote de la confusión. Igual que dice 'yo me lo inventé todo', a continuación lo niega, incorpora al relato la participación de la CIA, a veces dice que ha sido un capricho, otras que ha sido un experimento de control social...". Una de sus explicaciones es quizá la mayor verdad en todo este gigantesco engaño: "Demostré que la estupidez humana no tiene límites. El proyecto Ummo es la prueba".
Más allá de Jordán Peña y su fraude a escala interplanetaria, por las páginas de Ummo. Lo increíble es la verdad desfilan todo tipo de personajes alucinantes o alucinados. Desde Manolo Díaz, figura clave de la música española como compositor, intérprete y ejecutivo discográfico, autor de temas inspirados en la ciencia ficción como Los marcianos o Voces de otro mundo, hasta Margarita Ruiz de Lihori, aristócrata y espía, amante de las ciencias ocultas y protagonista del sonado caso de la mano cortada. La galería de personajes también tiene su lado siniestro: L. Ron Hubbard, fundador de la Cienciología, David Brand Berg, creador de la secta de los Niños de Dios o Eduardo González, que hizo lo propio con Edelweiss, organización paramilitar con coartada alienígena diseñada por pedófilos para aprovecharse de la inocencia de sus víctimas. Hasta el comisario Villarejo tiene un cameo en el fenómeno ummita.
Pese al paso del tiempo y la inexistencia de pruebas fiables, el asunto Ummo sigue vivo, sobre todo en España y Francia, también a través de unas nada sospechosas cuentas de Twitter. ¿Cómo puede haber gente dispuesta a seguir creyendo en cosas así? "Esa necesidad de creer en algo más importante que nuestra vida cotidiana está dentro de todos nosotros, como individuos y como especie", afirma Bravo. "Es igual que las religiones y los mitos clásicos. Como lo que hacen es satisfacer las necesidades de los humanos, este tipo de relatos tienen éxito, independientemente del tiempo y el lugar en el que se desarrollan".
fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/03/07/5c7fbb74fdddff6e2a8b4580.html
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