"Estábamos en la playa, serían las dos de la mañana o así. Estábamos tranquilos, había relente, y la brisa era esa fría que se deja sentir por la noche. Íbamos a tiro hecho: llevábamos un tablero y queríamos hacer una experiencia de contacto", me decía. Yo le pregunté: "¿De qué tipo? Porque a las dos de la mañana, en la playa, haciendo una ouija, el que más o el que menos pensaría que ibais pasados de copas". A esto, él me siguió indicando: "Mi padre estuvo escuchando un programa de Julio Marvizón en el que decía que ellos habían hablado con extraterrestres [eso es lo que decía el testigo] en una finca en Huelva [para ser exactos en Rociana]. Pensamos que igual podríamos intentarlo nosotros a ver que salía".

“Nos quedamos mirando el horizonte en la playa y vimos dos luces aparecer. Creímos que eran las luces típicas de los barcos, pero aquello se elevó. Una era roja y la otra era blanca, se elevaron sobre el horizonte y avanzaron las dos al encuentro, luego se unieron en una sola de color rojizo y estuvieron unos diez segundos en una sola. Después se separaron de nuevo en una blanca y otra roja y entonces se elevaron hacia el cielo y desaparecieron. ¡Alucinante!”, exclamaba.

"Mientras, la ouija indicó ‘ahí tenéis nuestra presencia’, y nos quedamos fascinados. Lo último fue ‘cuidad el planeta’ y se cortó, ya no deletreó nada más", finalizaba mi testigo.

Podría resultar extraño esta forma de "diálogo" con esas presencias, pero lo cierto es que hay grupos de contacto que lo hacen y les funciona -otra cosa sería determinar con quién contactan-. Son métodos de comunicación que, más allá de cualquier consideración, pueden dar origen a experiencias tan increíbles como esta.